
Según Edgar Morin (1994), la complejidad está marcada por características como el enredo, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre. El desafío principal es encontrar una forma de convivencia entre estos aspectos y la realidad cotidiana, con el objetivo de construir conocimiento al tratar de poner orden en el desorden, eliminando la ambigüedad a través de la jerarquización y buscando los elementos que permitan descartar lo incierto para hacer espacio a lo cierto.
En su obra de 2006, Morin establece tres principios fundamentales para entender y abordar la complejidad, principios que guían las relaciones dinámicas entre conceptos. Estos principios son los siguientes:
1. Principio Dialógico
El principio dialógico se refiere a la interrelación entre las partes dentro de un sistema, donde cada parte tiene una influencia sobre las demás. Este principio no solo destaca las relaciones entre los elementos, sino que también enfatiza la comunicación y el entendimiento mutuo que puede surgir de un diálogo. Además, aboga por la coexistencia de elementos aparentemente opuestos que, al ser combinados, logran generar una complejidad constructiva. Así, se plantea que la relación entre las partes no siempre es lineal o simple, sino que depende del contexto en el que interactúan.
2. Principio de Recursividad Organizativa
Morin (2006) describe la recursividad organizativa como un proceso en el cual las acciones, al mismo tiempo que producen efectos, se mantienen en el sistema y se revierten. Es decir, las acciones son simultáneamente causas y consecuencias dentro de un proceso continuo. Este principio subraya la importancia de los ciclos autoalimentados, donde los efectos generados por las acciones iniciales son necesarios para la continuación del proceso. En términos de conocimiento, esto se puede ver en la interacción continua entre el pensamiento y la acción, como señala Soto (2000), donde los procesos mentales son tanto productores como productos de la mente misma.
3. Principio Hologramático
Finalmente, el principio hologramático plantea que las partes que componen un todo, al mismo tiempo, contienen el todo en sí mismas. Esto significa que cada elemento de un sistema refleja el sistema en su totalidad, como un holograma. En la sociología, esto se puede interpretar como que, aunque la sociedad está compuesta por individuos, cada individuo refleja la sociedad en su conjunto. Merejo (2004) destaca que la parte y el todo no deben verse de manera aislada, sino que existen interconexiones que desafían la idea de una verdad única y total, abriendo espacio para lo uno y lo múltiple.
Los tres principios establecidos por Morin para abordar la complejidad están profundamente interconectados. El principio dialógico establece las relaciones entre las partes, lo que lleva al principio de recursividad organizativa, que a su vez impulsa la idea del principio hologramático, cerrando el ciclo y reafirman la idea de que “el principio es el final y el final es el principio”. Estos principios no solo ofrecen un marco para entender la complejidad en el pensamiento, sino que también proporcionan una herramienta para navegar la incertidumbre, desorden y ambigüedad inherentes a nuestra comprensión del mundo.